Etiología
El VIH puede transmitirse por la sangre y por otros líquidos corporales. Ciertos tipos de exposición al VIH pueden ser más riesgosos, por lo tanto, después de un episodio más riesgoso se debe considerar la profilaxis postexposición.
La decisión de prescribir PPE se basa en el riesgo de transmisión del VIH a una persona no infectada por el VIH.
El riesgo estimado de transmisión del VIH después de una exposición a una persona conocida con VIH que no está en tratamiento antirretroviral supresor es el siguiente, en orden de mayor a menor grado de riesgo:[14][15][16][17][18][19][20][21][22][23][24]
90% a 100%: transfusión de sangre (1 unidad)
0.67%: equipo para inyectar compartido
0.3%: lesión por pinchazo de aguja
0.1% a 3.0%: rol pasivo en coito anal
0.1% a 0.2%: rol pasivo en coito vaginal
0.09%: exposición en membrana mucosa
0.06%: rol activo en coito anal
0.03% a 0.09%: rol activo en coito vaginal
0% a 0.04%: rol pasivo en sexo oral (felación)
El riesgo de transmisión del VIH depende de múltiples factores, que incluyen la presencia o ausencia de VIH en la fuente (o la prevalencia de viremia por VIH en el grupo de la fuente, si se ignora el estado de la fuente), características de la fuente como la carga viral de VIH y, en el caso de exposición por vía sexual, la presencia de otras enfermedades de transmisión sexual, especialmente, la enfermedad ulcerosa genital.[25] Si el receptor de la exposición tiene una enfermedad ulcerosa genital activa, esto también puede aumentar la posibilidad de transmisión del VIH a través de exposición por vía sexual con la fuente. Otros factores asociados con un mayor riesgo de transmisión del VIH incluyen menstruación u otro sangrado, y embarazo o posparto.[3] El riesgo de infección por VIH en el entorno laboral aumenta si la lesión es profunda, si hay sangre visible en el instrumento, si el instrumento se usa en la vena o arteria de la fuente y si la carga viral en el paciente fuente es alta.[26]
Fisiopatología
Después de la exposición al VIH, hay un margen de oportunidad entre el momento de la inoculación y el punto en el que el virus puede detectarse en los ganglios linfáticos regionales y luego en el torrente sanguíneo.[1][2] La base para iniciar la profilaxis postexposición (PPE) dentro del tiempo recomendado proviene de la evidencia que muestra que el virus puede demorar entre 48 y 72 horas hasta llegar a los ganglios linfáticos regionales.[2]
Los estudios en animales demuestran que, en monos, la profilaxis postexposición es más eficaz si se administra temprano y durante 28 días completos.[27][28]
No se han realizado ensayos aleatorizados controlados del efecto de la PPE en humanos debido a aspectos éticos. La información se ha recabado de estudios con animales, programas de prevención de la transmisión madre a hijo, profesionales de salud que han estado expuestos al VIH, víctimas de agresión sexual y, en Brasil, de hombres que tienen relaciones sexuales con hombres a quienes se administró PPE inmediatamente después de la exposición por vía sexual.[26][29][30] Estos estudios se han usado como base para prescribir la PPE, tanto en entornos laborales como no laborales.
Clasificación
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